Si no te aceptamos al estar mal, no te merecemos al estar bien.

Han sido meses de infinidad de caídas, raspones, esguinces, dolores, hematomas … y correr de una cita médica a casa y mareada, casi sin tener tiempo para valorar mi propio estado, ir dando tumbos hasta la silla, conectarme y trabajar en remoto: porque eso es lo que se me da bien. ¿Verdad?

Mientras he ido alargando hasta levantarme al baño por miedo a marearme o de ir corriendo a abrir al cartero al telefonillo en la cocina… Ridículo, pero cierto. Levantarme ya requería planificación y ni yo sentía que iba tan mal.

Quedar con los amigos ya era mejor en casa, porque tropezarte o agobiarte y agotarte en minutos era horrible, y llegados a este punto era mejor quedarme en casa y ahorrar energía para mi día a día que aunque iba a mi sesión de fisioterapia semanal e intentaba ya limitarme solo a mis 8 horas diarias de curro (sin sobrepasarme, no como antes que fines de semana y cualquier tarde se hicieron siempre libremente, pero sin trazar una línea).

Ya me fui tanto, que llegaba del oftalmólogo o de la neuróloga tan agotada que me volcaba en la silla… y hacía lo que mejor he hecho: trabajar.

Ya en Marzo de este año me agotaba tanto que ya ponerme en pie con dos muletas, el vértigo me comía de nuevo, ya eran “normales” los momentos mezclados con extrema lentitud de movimientos e inseguridad que causaban caídas por cualquier cosa: en un giro, no agarrarme bien a un mueble y sentir cómo me desplazaba y mi cuerpo no reaccionaba o iba lento tras tantos golpes… nauseas cuando todo giraba demasiado… y otra vez al suelo por cualquier tropiezo y otro esguince, otro hematoma más, otra contractura…

Y llegó Abril, y ya iba pasada de golpes, de uñas rotas por salvar mil caídas y la piel de los antebrazos y las caderas con miles de manchitas de los sucesivos golpecitos de gamas de amarillo a violeta… y ya sin equilibrio ninguno me caí 7 u 8 veces seguidas, incluso me hice un esguince sobre un esguince. Y llegué a la silla de ruedas. Y verte en silla…

Por mucho que intentaron decirme o yo misma repetirme lo que sea, fue una bofetada tremenda, verte de de pie, sí, sin casi tenerte en pie entre muletas, pero con muletas, mal de equilibrio, pero bueno… a silla en un pestañear. Es un trago tremendo y me vi superada por todo. Silla de ruedas.
Te explicaban que era provisional, que era para recuperarte… pero te veías sentada y todo desde abajo y lejano… Ni siquiera podía mover bien el brazo derecho, y perdí también la fuerza, no podía cerrar bien el puño derecho tras la última caída ni empujar las ruedas de la silla se me daba… me sentí un tiempo como una autómata y sentía como mis fuerzas se iban día día.

Todo el mundo, con su mejor intención, te decía “vete hacia delante “. Y yo me sentía en un barquito en el mar de noche “¿hacia dónde es adelante?”. Es muy personal cansarse de seguir sin rumbo, y en mi caso le pedí ayuda a mi neuróloga y le explique que por mi falta de equilibrio, de mis múltiples caídas necesitaba ayuda y que era hora de pedir la rehabilitación del hospital. Me han recibido con los brazos abiertos y sólo puedo tener GRATITUD.

Me mantengo de baja desde Abril y con ayuda de la psicóloga sigo trabajando para darle forma a la parte personal y desenredarla de la laboral, porque las tengo tan mezcladas que si no trabajo no me sentía/siento útil, realizada, valorada… Y el tiempo me ha demostrado lo equivocada que estoy, cuanto me han fallado a mí y que como me han insistido los médicos: esto es para dedicarte a ti, sólo a ti.


Y el título del post es un dicho típico coreano y que merece toda la razón. Si no te aceptan herido, vulnerable, en tu peor momento, no se merecen que tras todo tu esfuerzo (insisto es transparente) y al irse viendo resultados y mejoría, compartas esos momentos con cualquiera, sobre todo con quién no estuvo. Se fiel a ti mism@, autocrític@, esfuérzate y déjate la piel en tu mejoría, en hacer más sencilla tu vida, en mejorar tu calidad y estilo diario y paso a paso saldrá ¡mírame, yo no tengo nada especial! Sólo he intentado siempre buscar un motivo por el que sonreír, antes era muchas veces irónico y ahora ni me molesto, es una sonrisa sincera.

Si yo puedo, tú puedes. No lo dudes.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar