Los nuevos silencios y los nuevos comienzos

Aunque suene triste es muy, muy cierto, que cuando las cosas se ponen feas de repente pasamos a una nueva etapa de no contactos, de no llamadas y no quedadas: los nuevos silencios.

En mi caso siempre he sido una persona entretenida bien por el trabajo, estudiar y/o quedar con mis «amigos» de siempre. Prácticamente una semana daba a la siguiente y la siguiente… los fines de semanas solían ser desde el jueves y los planes se amontonaban de un finde al siguiente.

Comenzaron a sucederse primeros los infartos cerebrales, los ataques epilépticos como parte del debut de mi esclerosis múltiple y la situación se desbordaba. Fueron casi dos años en las que las pruebas se iban sucediendo una tras otra, yo me encontraba cada vez peor e incluso pensé que un día me iba a quedar dentro de un «microinfarto» sin volver a tomar posesión de mi cuerpo. Que iba a “cerrar sesión “.

Gradualmente fui preparándome para lo peor, pero bueno, me tocó la esclerosis múltiple como diagnóstico.

Mi familia cercana decidió distanciarse (creo que el diagnóstico no lo aceptaban. Es curioso, ellos no lo aceptaban). Nunca tuvimos grandes vínculos de comunicación, pero de la noche a la mañana desaparecieron. Mis «amigas» más cercanas, creo que sólo una queda aún conmigo el resto sólo si avisamos nosotras se unen y algún mensaje puntual de otra amiga. Entiendo los cambios de circunstancias (familia, hijos), pero en el fondo es querer de corazón y uno no desaparece sin más de la noche a la mañana igual que no se ve casad@ y con cinco hijos de un día al otro. Nos podemos entender ¿verdad? ¿Casualidad? No lo creo.

De un móvil que le llegaban mensajes de una u otra cosa de repente quedó en un silencio castigador, desmerecido. No entendía porque me dejaban sola cuando más distracciones necesitaba y dónde más miedo me daba enfrentarme a mí misma, a lo que no entendía en mí y lo que notaba que me engullía día a día… recuerdo que ni las lágrimas me las permitía y dónde lo único que necesitaba era un abrazo de los sinceros, de los que recomponen, y seguir con mi hasta ese momento “normalidad”. No omitirme, no silenciarse, no sentirme olvidada de un plumazo.

Ese momento se alargó en el tiempo hasta que se convirtió en un nuevo punto de inflexión para mí, dónde busque nuevos hobbies que me ayudaran a distraerme por mí misma, mantenerme ocupada en mi nuevo tiempo libre, dónde conocer gente nueva (muerta de miedo de aceptarme con mis nuevas taras: muchas invisibles para este nuevo entorno, pero nuevas dificultades que precisaba ir adaptando todo), dónde crecer internamente superando estos temores, dándome tiempo a sanar esas heridas y a endurecer mi piel y aprender a concentrarme en cosas para mí, en mejorar mi salud, en mejorar en mi trabajo…

He conocido gente realmente fantástica, increíble, amigas de verdad, de esas que ahora comprendo que nunca tuve hasta este momento. Entiendo que también ha sido un periodo de madurez y en la etapa más adulta también me he vuelto más exigente conmigo y con los demás. Sé que mi familia es la de mi marido, que no será la de sangre, pero los elijo a ellos yo, es mutuo y nunca me han dejado sola por muy feas que se pusieran las cosas. Y muchas veces he provocado grandes sobresaltos.

Ha sido un proceso muy, muy duro, con muchas lágrimas y frustración, pero ha valido la pena para asear aquellas falsas relaciones que o restaban o no aportaban nada.

Es común que pasemos por esto, pero sólo es una etapa más. Aún veo como personas recién diagnosticadas, de un año aproximadamente, vuelven a pasar por mis mismos miedos y me vuelve a doler por ellos porque es un periodo amargo que pocos sabrán entender.

Concéntrate en ti, en aprender algo nuevo para tí que te motive, una nueva inquietud o entretenimiento, que a su vez ampliará tus círculos de amistades habituales y una cosa seguirá a la otra.

No lo dudes, el problema nunca eres tú.

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